La ciencia cuántica ahora toma esta idea y la lleva un paso adelante, estableciendo que son precisamente esas condiciones de sentimientos a las que la creación responde, igualando el sentimiento con que hacemos la oración en nuestro mundo interior, con condiciones similares en el mundo exterior. Aunque el resultado de nuestra oración pueda aún no haber aparecido en el mundo exterior, estamos siendo invitados a reconocer nuestra comunión con la creación y a vivir como si nuestra oración ya hubiese sido escuchada.
A través de las palabras de otros tiempos, los antiguos nos invitan a recobrar el modo antiguo de orar como un estado permanente de conciencia en el que nos convertimos, en vez de una forma prescrita de acción que llevamos a cabo ocasionalmente. En palabras que son tan simples como elegantes, se nos recuerda que nos “rodeemos” de la respuesta a nuestras plegarias y los “envolvamos” en las condiciones que escojamos experimentar. En el moderno idioma, esta descripción nos sugiere que para efectuar cambios en nuestro mundo, primero necesitamos experimentar los sentimientos de que el cambio ya ha ocurrido.
Conforme la ciencia moderna continúa validando la relación entre nuestros pensamientos, sentimientos y sueños con el mundo que nos rodea, se hace más claro ese puente olvidado entre nuestras plegarias y aquello que experimentamos. La belleza de esa tecnología interna se halla en que está basada en condiciones humanas que ya poseemos. Desde los profetas que nos vieron en sus sueños, se nos recuerda que honrando la vida, cumplimos nuestro deber con la supervivencia de nuestras especies y el futuro del único hogar que conocemos.
Fuente original: Página web de Gregg Braden: www.greggbraden.net
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